Sobre mi

Me llamo Onintza Zubizarreta Agirre y me considero terapeuta holistica. Nací en Azpetitia (Gipuzkoa) el 16 de septiembre de 1975.

Hasta donde llega mi memoria siempre me ha encantado observar a las personas por dentro, ver y sentir lo que dice su corazón. Recuerdo que de niña me encantaba hacerlo, mirar a los adultos por la calle y sentir aquella vibración en la que se encontraban. Era algo que lo hacía sin intención alguna, simplemente al mirarlo a la cara, sentía cómo se encontraba su corazón.

Ahora me doy cuenta que se trata de una capacidad innata en el ser humano, pero que lo vamos olvidando por dejar de usarlo. Desde pequeña he sentido una gran necesidad de saber: saber de donde venimos, a qué y para qué, qué somos en realidad, qué es la vida, qué sentido tiene el sufrimiento, a donde vamos al morirnos… preguntas que poco a poco me las he ido respondiendo con certeza.

Mis padres eran creyentes y mi madre con toda naturalidad me transmitió desde pequeña esa capacidad de conectarme con Dios, o el Creador, o la energía del universo, como queramos llamarlo, y pedir aquello que deseara a cambio de yo hacer un bien a alguien o mejorar algo en mí misma. En aquellos tiempos lo practiqué bastante y no recuerdo ni una sola vez que no me funcionase, siempre me fue concedido mi deseo, aunque me daba cuenta de que yo no siempre cumplía mi parte.

Esta necesidad de comprender la vida y lo que somos, junto con mis propias vivencias de tipo espiritual, me han llevado desde muy joven a sentir mundos paralelos a nuestro mundo físico y a interesarme por todo tipo de cursos y formaciones en este sentido. A partir de la adolescencia conecté con una necesidad muy grande de ser madre.

A los 27 años me casé con el que es el padre de mis tres hijos y mi compañero en esta vida y tuve mi primer hijo a los 28. El estar embarazada era para mí todo un regalo, me encantaba. No sentí ninguna necesidad de recibir una formación específica para el parto natural que quería tener. Me preparé con los recursos de los que yo misma disponía y realmente fue un parto natural extraordinario.

Tanto el embarazo como el parto los recuerdo como una de las mejores experiencias de mi vida. Por fin era madre, dentro de mí se había creado un ser único y maravilloso, al que le prometí que le brindaría todo mi amor y aceptación durante toda la vida. En este momento inicié lo que hoy se conoce con diferentes nombres como la crianza respetuosa, crianza con apego, maternidad o crianza consciente….

Sentía en lo más profundo de mi ser que dentro de aquel pequeño gran cuerpo, se encontraba toda la sabiduría y el potencial para llevar a cabo una vida plena y saludable. Yo no quería romper el equilibrio en aquel ser tan perfecto, por lo que me esforcé al máximo por acompañarlo desde un profundo amor y respeto.

A los dos años vino el segundo de mis hijos, otro regalo del universo también único y maravilloso y al que quiero con locura. Otra razón de amor para mi propio desarrollo personal. La maternidad hizo que se abrieran las puertas de mi corazón de par en par, encontrándome con rincones de los que no era consciente y un torrente de emociones de todo tipo que brotaba sin cesar.

Ahora sé que se trataba de mi propio corazón, tal cual estaba. Durante esta época, en plena fase de crianza de los dos primeros hijos pasó algo que nunca hubiese imaginado que nos sucedería: mi suegro fue asesinado. Este suceso hizo que me quedase prácticamente sola en el proceso de crianza de mis hijos, aunque mi familia siempre estuvo ahí. Junto con mi suegro había perdido a mi marido y a toda su familia, que se habían quedado en shock.

Fue una época realmente difícil, donde mi marido empezó a despertar poco a poco y a sacar lo peor que llevaba dentro. Sentí que si quería seguir con mi marido y sacar mi familia adelante tenía que tomar las riendas y hacer algo. Aunque realmente pensaba que era mi marido el que tenía que hacer un trabajo personal, busqué ayuda para mi misma. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Me embullí en un proceso de autoconocimiento y transformación interior realmente valioso como persona. Tuve que evolucionar, crecer, conocerme, renovarme, equilibrarme y fortalecerme, para llegar a comprender la naturaleza humana y vivir con lo que la vida me había dado. Poco a poco y gracias a esa transformación empecé a darme cuenta de que mi felicidad dependía únicamente de mí, era y sigue siendo mi responsabilidad.

Al llegar a este punto, toda mi visión sobre el mundo que me rodeaba cambió radicalmente, llegando a ser capaz de ver en cada dificultad una auténtica oportunidad de crecimiento personal. Es algo que intento seguir haciéndolo cada día.

Durante esta época una amiga me ofreció la oportunidad de tomar parte en una escuela de padres o grupo de crianza. El enfoque de crianza respetuosa y con apego seguro coincidía con el que yo estaba intentando llevar a cabo con mis hijos, por lo que no me lo pensé dos veces. Fue otra decisión muy acertada. Durante aproximadamente 7 años mi compañero y yo estuvimos acudiendo a estos encuentros mensuales, de los que salíamos renovados, con motivación y confianza en la labor que estábamos llevando a cabo como padres.

A los cinco años llegó nuestro tercer hijo, otro regalo del universo, otro ser único y maravilloso, una alegría más que ha hecho que de una vuelta más en mi propia evolución personal. Como madre y mujer me siento orgullosa de la familia que hemos creado y del vínculo de amor y de aceptación que tengo tanto con mis hijos como con mi marido.

Puedo decir que soy feliz con la vida que estoy viviendo. AUNQUE LAS DIFICULTADES Y LOS RETOS ESTÁN AHÍ CADA DÍA, me da la sensación de que estoy recogiendo los frutos de lo cosechado durante tantos años. Además, la vida me está ofreciendo la oportunidad de realizar aquello que se ha convertido en UNA DE MIS PASIONES: ayudar a otros en su camino